Después de leer el texto Iglesias Provisionales de Christian Duquoc les comparto a mis comentarios,
El texto de Christian Duquoc es un llamado de atención y a la vez una invitación a que reconozcamos dentro de nuestra iglesia su contingencia en relación con su objetivo final, teniendo presente la continuación de la misión de Jesús en la tierra, pero también siendo conscientes del caminar histórico con sus más y sus menos evitando colocar la legitimidad de su existencia en la exclusividad de ser la única iglesia frente a la diversidad, lo cual ha demostrado desde el inicio de la experiencia con Jesús, ser es un obstáculo para poder interpretar la revelación en toda su dimensión universal, la invitación que nos hace el libro es la posibilidad de entrar en diálogo entre los que por diferentes caminos podemos llegar al reconocimiento de la fe en el Resucitado.
Dentro de esta visión es importante tener un enfoque histórico del desarrollo de la iglesia, la cual tiene un punto de partida en la historia, unos lugares, espacios, doctrina, personas, etc. Lo que la hace ser un objeto de investigación histórica así su fin traspase la historia, es de esta manera que se puede evidenciar históricamente el desarrollo de la iglesia y como ha respondido a las exigencias de hacer presente el evangelio en medio de los hombres.
Es interesante como Duquoc hace un análisis sobre la incidencia histórica de la iglesia y la reflexión que se ha hecho de ella, enfatizando que la historicidad de esta se evidencia en su provisionalidad, que es desde este punto de partida que debemos asumir su papel, para no caer en absolutismo que no permite el diálogo con otras formas de vivir y expresar la Revelación, en este punto se profundiza que la iglesia nace en un contexto de separación tanto de la religión judía y más tarde dentro de ella se pueden identificar claramente varias posturas, como la iglesia de Antioquía, Jerusalén, entre otras, dato que no se puede omitir en el estudio eclesiológico y sus incidencias históricas, frente a la posibilidad del encuentro con otras iglesias.
Esta reflexión eclesiológica se hace necesaria en un momento donde la pregunta sobre la iglesia y su actuar en la historia se hace cada día más necesaria, frente a su efectividad y legitimidad en medio de la diversidad, esta realidad no está fuera de conflictos, ¿la iglesia católica es la única y verdadera y es la única que realiza la misión de Jesús en la tierra?
Es la pregunta que subyace todo el texto, Duquoc plantea que desde sus inicios se dio fue la diversidad y que querer unir a todas las iglesias no a un centro carismático, sino jerárquico representado en el obispo de Roma es una salida poco viable para establecer el diálogo y menos si se cataloga a todo el que no esté en comunión con el papa como hereje y cismático, y en el peor caso considerar que por fuera de la iglesia romana el espíritu no pueda actuar, desde esta postura se pone en riesgo el diálogo ecuménico.
Hoy la Iglesia Católica romana está pasando por una crisis que se evidencia en una ruptura entre lo que predica y realiza, esta relación histórica-práctica en el camino escatológico-salvífico, se ve amenazado entre la ruptura entre la intención profética y la practica social, Duquoc identifica varios problemas actuales de la iglesia: la falta de bautizados, de vocaciones, la poca participación en el culto, la falta de vitalidad cultural, etc. Y plantea que es desde el reconocimiento histórico de esta realidad que se debe asumir la realidad de la iglesia y no desde el ideal, que muchas veces nos niega la posibilidad de ver el contexto y poder responder de manera más objetiva.
Esta situación es el resultado del caminar histórico de la iglesia y que muchas veces ella misma se niega a reconocer, Duquoc nos hace el llamado de no olvidar como en la época preconciliar se potencializó la imagen de la iglesia centrada en ella misma, en su estructura, su ser jurídico y el mantenimiento del poder, colocando al pueblo en una posición de espectador pasivo, esta situación como hecho histórico causó una dinámica de rechazo a la jerarquización, en tanto que la misma iglesia le dio la espalda la realidad en muchos contextos.
Esta situación generó indiferencia, relativismo y poca credibilidad frente a lo institucional, porque la iglesia en su devenir ha proclamado la libertad, pero muchas veces ella no la práctica. Esto produjo que la reflexión sobre la iglesia se moviera de lugar ya no centrada en el ámbito jerárquico, sino que se buscara otro punto de partida y uno de ellos fue recurrir a la noción de cuerpo místico y pueblo de Dios.
Es dentro del Concilio Vaticano II que se asume una eclesiología más incluyente ya no desde la postura del poder sino de la comunidad o pueblo que participa en el mismo nivel, el de ser un pueblo llamado y convocado por el Espíritu para seguir a Cristo en el camino hacia la construcción del Reino, pero esta salida conciliar no fue del todo efectiva, se evidencia una dualidad en la postura del Vaticano II en su eclesiología, por más que se dio un papel importante al laicado en su participación, la legislación de la iglesia representada en el Código de Derecho Canónico no cambió en nada al respecto de la participación del laico y en especial de la mujer frente a la toma de decisiones importantes y de la participación en la jerarquía dentro de la iglesia. El Vaticano II fue una opción de pluralidad, pero se quedó en lo superficial, porque por más que generó espacios para poder asumir una iglesia más participativa, en la realidad se mantuvo en su postura jerárquica.
Esta jerarquización llevada al extremo hace que las realidades particulares de las iglesias se vean oscurecidas por el visón central romana, por ejemplo, en la liturgia se obliga a que sea la misma en cualquier cultura, dejando un mínimo de inculturación en ella.
Reconocer la historicidad de la iglesia es también reconocer que toda acción de ella es provisional en su práctica, porque es contingente y hace parte de la historia, la eclesiología no puede excluir la historia de su reflexión, porque es el marco donde se desarrolla la iglesia, es desde aquí que en el caminar de la iglesia muchas cosas han cambiado, conceptos, posturas y es desde este punto en que el llamado al diálogo se hace, Duquoc nos lleva a ver la historia de la iglesia desde sus inicios donde ya existía la variedad para poder reconocer en ella el valor de la Revelación. Frente a las notas Duquoc es categórico en plantear que ellas han perdido su valor frente al diálogo Inter ecuménico, porque a través del análisis crítico histórico no se pueden sostener en sus postulados, porque la realidad de la iglesia las desborda.
La unidad ya desde el principio de la iglesia presentaba sus matices y no lograba concretizarse el ideal, los hechos históricos del cisma de oriente, el de occidente y la Reforma nos indican que la unidad práctica no es algo real, sino un ideal, el cual ha representado un sinnúmero de problemas de exclusión y de incomprensión de los que se dicen estar en unidad negando la historia, en la cual no se presenta la unidad como realidad práctica en una sola forma de expresar la experiencia del Resucitado, sino en la pluralidad, inclusive ya los evangelios nos presentan varias formas de vivir la experiencia de la Revelación teniendo como centro el Kerigma. La santidad está basada en su origen, sus medios y su término, pero esto no nos puede hacer olvidar de la contingencia y de la provisionalidad de la iglesia como organización de hombres falibles y humanos, también se presenta una problemática y es que la santidad no se puede medir en la medida de detentar cuál es la más santa de las iglesias.
La catolicidad esta nota es ambigua porque desde el contexto histórico su significado ha variado y también la realidad de la presencia de diferentes iglesias coloca esta nota en una situación difícil, porque solo será reconocida como católica por sus integrantes, perdiendo su significado de universalidad, si se mantiene su centro en la jerarquía Romana y no en Cristo. La apostolicidad se ha entendido como la sucesión ministerial, distinción que se utiliza para diferenciarse de las iglesias de la Reforma, la apostolicidad no se puede encerrar en el acto externo de una sucesión material sino en su acción apostólica. No se puede reducir la iglesia a las notas, porque desde el punto histórico la iglesia no cumple con estos postulados en la realidad, estas notas son puntos de partida y de llegada que nos involucra a todos para que se puedan concretizar en la realidad incluyendo a las demás iglesias que comparte la unida en Cristo, en el bautismo y la eucaristía, estas notas se viven de manera limitada que nos invita a superar la división y anunciar el evangelio con más coherencia y compromiso.
Considero que el aporte Duquoc es muy importante porque me invita
que mi quehacer como teólogo sea desde una visión abierta, sin dejar de
reconocer lo particular que nos identifica como católicos, reconocer que desde
el conocimiento histórico de la iglesia hay muchas razones para que hoy en
medio de esta realidad de división, se genere desde la eclesiología puntos o
notas donde nos encontremos los que caminamos detrás del Resucitado, es desde
el reconocimiento de que las iglesias son provisionales, que no son un fin en
sí mismas, sino maneras de llegar a la construcción del Reino, que cuando se
haga presente ya no serán necesarias, que su desaparición frente a la
Revelación escatológica es su objetivo y no su permanencia eterna como
institución humana y menos excluyéndose mutuamente por considerarse unas más perfectas
que otras, situación que solo ha traído muerte y desilusión
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